jueves, 22 de abril de 2010

Disfrutar de la Lectura

Tengo in mente a mi padre a principios de los Setenta . . . con la prensa o un diccionario en sus manos. Asumía que la lectura le tranquilizaba--a él, eternamente nervioso--y podía abrirle puertas, a él y a otros. Y sí. Cumplí cinco años y empecé a leer, relegando las muñecas a las horas de cansancio y agotamiento intelectual. O eso pensaba yo.
De acuerdo con los modelos que se nos imprimen en la memoria y forman la base de un lector interesado, pero . . . ¿cómo interesar a los alumnos? A veces, ni el tema, ni el título del texto, ni siquiera las fotografías son motivadoras. Algo que compruebo en las escasas ocasiones que trabajo la lectura en 1º ESO D. Y hasta en 2º. Siempre les pido que olviden la traducción, que sólo vamos a buscar la información que nos interesa, "como los periodistas:" "¿Quién, qué, cómo, cuándo y por qué." Claro que las WH-questions les resulta complicadas, incluso la triste diferencia entre "cuándo" y "dónde." Y se les insiste. Este curso vamos a trabajar un insignificante librito sobre los miedos--siempre a nivel de adolescentes, ilustradísimo y breve, muy breve--Sandra ya se lo ha leído. El resto lo teme, como si de un monstruo se tratara. Y mi impotencia va a más, sólo compensada por aquellos alumnos y alumnas que, casi avergonzados, me comentan a escondiadas que les encanta leer.

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